La mayoría de las necesidades que decimos tener son creadas y no necesariamente son en si necesidades reales.
Una de las grandes necesidades creadas que tiene el ser humano es “necesito una pareja para ser feliz y estar “complementado”. Esto es una falacia, nadie complementa a nadie, el concepto de “media naranja” es un concepto falso. Lo segundo que la felicidad no está en si tengo o no pareja sino en la aceptación de mi ser, de mi realidad y de mi vida. Uno no necesita pareja para ser feliz. ¡Cuántas personas se casan motivadas para no quedarse solos! ¡Cuántas situaciones de dolor estas decisiones luego provocan en la vida!
Si analizamos y hacemos nuestra lista de necesidades, veremos que la mayoría de ellas no son necesidades reales sino “seguridades provocadas por el temor, el miedo, el qué dirán, el aparentar y la no obtención de estas necesidades es la depresión, ansiedad, agresividad y frustración.
Otra gran “necesidad creada” es querer ser querido y para ello se entra en un tipo de “relación de obligatoriedad” hacia el otro, los otros, creando una relación de victimización. Por encima de todo quiero que me quieran y por tanto hago todo lo posible para que así sea poniendo demandas, demandando del otro que me rinda pleitesía. Esta “necesidad creada” es una “esclavitud relacional”.
Toda relación verdadera es sólo oferta donde no cabe la demanda. Uno quiere porque quiere.
Uno de los grandes abismos es “la necesidad de tener necesidad” que nos impide ser libres.
La libertad primaria en el ser humano es la no dependencia y cuando digo, no dependencia es en el pleno sentido de la palabra. Esta no dependencia es “el abandono espiritual” de toma Señor y recibe-todo lo que tengo, poseo, todo-que solo tu Amor y tu Gracia me basten.
El ser humano es enteramente un ser afectivo. Ahora bien, la mayoría de las veces nos enfocamos desde uno mismo “buscando afecto” y es el contrario en la medida que uno se da, dándose de si, entregándose ya por ese mero hecho uno está generando afecto. El afecto no se busca, se da.
La felicidad no está fuera de uno, sino en uno mismo, en el saberse, aceptarse y querer lo que Dios ha querido.
La felicidad está no en que yo sea feliz sino en que sean felices los demás. La felicidad brota del interior del ser aceptado, apreciado y querido (uno mismo).
La felicidad no la llenan las necesidades, al contrario éstas (las necesidades) causan la infelicidad.
Rvdo. P. José Antonio Esquivel s.j.